Necesitamos ser honestas y aceptar que tenemos problemas para ajustarnos una a la otra.
Siempre que voy a presentaciones de moda mexicana contemporánea, o alguien del equipo editorial transmite live stream de los eventos, veo diseños que me gusta: Zapatos, tops, vestidos, sacos… Sin embargo, cuando finalmente voy a las boutiques a ver las prendas, invariablemente salgo de las tiendas con las manos vacías.
Por mucho tiempo me sentí mal al respecto: ¿Dónde está mi compromiso con los jóvenes creadores? ¿Qué no soy consciente de que, en los mercados, lo que no se consume, desaparece? ¿Por qué no me esfuerzo un poco más en consumir las prendas de los diseñadores mexicanos aplaudidos en todo el mundo? Hasta que, un día, tuve una entrevista* con una de estas talentosas promesas del diseño nacional, y empecé a vislumbrar una de las razones más poderosas por las cuales parece que Paty Guapóloga y los diseños mexicanos son incompatibles: No logramos ajustarnos los unos a la otra.
*Más sobre esto en los siguientes párrafos.
Antes de seguir con mi tren de pensamiento sobre por qué creo que tanto yo como una gran mayoría de los consumidores nacionales no somos el comprador meta del diseñador mexicano contemporáneo, quiero aclarar que este análisis lo hago a partir de mis experiencias personales y como estilista personal que trabaja constantemente con clientes con fisonomías, bolsillos y gustos distintos. A lo largo de casi diez años blogueando y más de seis haciendo mi trabajo de styling personal, en muchos casos he logrado presentarles a mis clientes las maravillas del diseño mexicano en zapatos, joyería, bolsos y accesorios de los que se enamoran y, por tanto, consumen. Pero rara vez sucede lo mismo con prendas de ropa. Estoy segura de que nadie que diseña en México está pensando conscientemente evitar vender sus prendas, pero sí creo que podrían no tener idea de por qué no son «profetas en su tierra». Porque me interesa ser parte de sus consumidores activos, poner en alto el nombre del talento mexicano y, por supuesto, fomentar el crecimiento de la economía doméstica, estoy escribiendo este análisis. Definitivamente, he mostrado interés en promover a quienes considero sumamente talentosos y trabajadores, como cuando escribí un directorio de tiendas que visitar cuando viajas por México. De ninguna forma busco que esta reflexión sea un sermón dictado desde lo alto o una lluvia de críticas sin intención de construir.
Continuando con la historia: Decidí dejar de lado la experiencia de la entrevista y mi constante frustración con todo tipo de ropa diseñada por connacionales -salvo por un saco hermoso que conseguí con Mónica, de Ana Behabik– y, como contaba anteriormente, simplemente me concentré en consumir creatividad y buen gusto en diseño de accesorios y joyería mexicana contemporánea. Sin embargo, hace unos días, un artículo de Gabriela Maldonado publicado en Fashion United y puesto en twitter por @Intermoda, planteó la pregunta de frente: ¿Por qué los mexicanos difícilmente consumen la moda diseñada por otros mexicanos? Y, de golpe, las respuestas se me amontonaron en la cabeza, derivadas de mis experiencias directas con la moda mexicana. Experiencias que no caben en tweets de 140 caracteres. Experiencias que derivan en respuestas que van a explicarse mejor en un listado como el siguiente:
¿Por qué los mexicanos no consumen más (o algo) de prendas de moda nacional?
– Los diseños mexicanos contemporáneos compiten constantemente por el mismo mercado. Puede ser que sea porque se han educado en las mismas escuelas o se han comprado las mismas revistas por años, pero me da la impresión de que simplemente, consideran que sus diseños sólo deberían ser usados por mujeres altas, delgadas y con cierta afluencia económica que las pone en la clase media alta y alta. Esto último no lo estoy suponiendo, sino que un diseñador que entrevisté me lo dijo claramente, a pregunta expresa de mi parte acerca del limitado rango de tallas que tenía disponibles (en nomenclatura europea, por cierto): «Yo diseño para las clientes que puedan caber en mis tallas. Si no les queda mi ropa, entonces no son mi target». Definitivamente él se sintió suficientemente confiado en su éxito (o en mi corto alcance comunicacional), pero lo que esta persona dijo en voz alta es lo que los que callan, simplemente, demuestran con sus inventarios.
– Los diseñadores mexicanos no diseñan para el consumidor nacional. Me refiero a la consumidora que no sale de vacaciones al extranjero varias veces al año, que va a trabajar en una empresa en la que las transparencias o los olanes gigantes simplemente no son una elección inteligente. Hablo de la consumidora que que tiene que moverse de un lugar a otro y hacer malabares entre el tráfico, sus responsabilidades personales y las laborales. Y pienso también en el gran porcentaje de consumidoras que no tiene presupuesto tan amplio para pagar por tres prendas la cantidad que, se supone, tendría que alcanzarle para diez. Esta es una elección a la que los creativos de la moda están sujetos constantemente: ¿Diseñar para la vida cotidiana o diseñar para las (mucho más escasas) ocasiones especiales? La tendencia suele oscilar hacia uno de estos dos extremos: Básicos o prendas creadas con «el sello del diseñador/marca». Los escenarios, entonces, terminan en uno de estos dos casos: Si los diseños simples son extremadamente simples, y los diseños creativos se traducen en prendas que sólo pueden usarse en ocasiones suficientemente separada una de la otra para que la usuaria no se vea igual en todos los eventos, el resultado lógico es que el consumidor nacional promedio no quiera pagar tres veces el costo de una prenda simple, como una camisa blanca, y que se pensará mejor comprar la prenda creativa que no puede usar constantemente y tenerla como un básico de su clóset.
– Los esfuerzos de mercadeo se concentran en el consumidor de nicho. Esto es una fortaleza del diseño, porque las marcas son reconocidas por su público meta con mucho más éxito. Pero se transforma en debilidad cuando este consumidor ideal pertenece a un nicho tan específico que se satura rápidamente. El problema se agudiza cuando medios de comunicación creados por y para este mismo tipo de consumidor, especialmente revistas y sus cuentas de redes sociales, muestran repetidamente a los mismos diseñadores/las mismas prendas. Por supuesto que es maravilloso que les hagan entrevistas a los creadores o usen su ropa en editoriales de moda. Pero si el estilista, la celebridad o la revista constantemente usa a los mismos diseñadores, y los lectores son un público muy delimitado, posiblemente cansen al consumidor y este se empiece a sentir repetitivo y aburrido de su estética.
Resulta incluso más devastador cuando los compradores viven, trabajan y se mueven por las mismas cuadras de la misma ciudad, todos usando prendas tan identificables como los cuellos Peter Pan o los body suits con reminiscencias noventeras.
– La distribución nacional es inexistente. Sí, salen en revistas que se venden por todo el país o son mencionados en blogs, pero no hay manera de comprar a menos que vayas directamente a los puntos de venta, usualmente sólo existentes en Ciudad de México y, con suerte, en Guadalajara y Monterrey. Sin embargo, hay algunas marcas que han tomado el riesgo: En 2012 Pink Magnolia desarrolló una línea para adolescentes que se vendía en los supermercados Comercial Mexicana. Sé que, al menos, presentaron a medios dos colecciones de este tipo y fue una excelente forma de intentar permear en el mercado mexicano con distribución nacional. Sin embargo, algo no debe haber salido bien del todo, ya que los puntos de venta actuales de la marca son boutiques y tiendas de gran lujo.
– Las marcas nacionales difícilmente le apuestan al comercio electrónico. Juro que lo entiendo: Hacer envíos implica un costo extra que los consumidores parecen no estar dispuestos a cubrir, genera costos que posiblemente no se tengan contemplados en el business plan y no hay garantías de que la gente no regrese la compra en un servicio cuyo costo el vendedor debe, idealmente, asumir. Pero esta es otra razón más por la que el mercado se reduce.
– El personal de tienda no conoce la marca a conciencia. Está en la lista de lo mínimo indispensable el que el personal de ventas sepa lo que dice el sitio web; pero cuando uno va a una boutique y hace preguntas sobre los procesos de manufactura, el origen de los materiales, la historia de la marca o cualquier otro cuestionamiento que apunte a un conocimiento cercano de lo que se está vendiendo, lo que se espera es que haya respuestas informadas. Y eso no es común que pase.
Todavía me falta conocer a la marca de diseño mexicano que apueste por crear para una consumidora cuya talla no se detiene en la 10, sino que van hasta la 22; que tome en consideración que la altura promedio de las mujeres en México es de un metro cincuenta y cinco centímentros, que demuestre que sus prendas pueden usarse en combinaciones tan variadas que la cantidad de usos justifica el pago de mayor precio; que está dispuesto a conocer a sus posibles clientes y realmente tratar de resolver sus necesidades. Porque cosas bonitas, definitivamente tienen. Lástima que nada nos quede.
¿De acuerdo? ¿En desacuerdo? Comparte respetuosamente tus experiencias con la moda mexicana en los comentarios.
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